7 de cada 10 padres canarios que se tatúan el nombre de sus hijos lo hace para no olvidar cómo se escribe

Según un reciente estudio del Instituto Canario para la Paternidad Responsable, al menos 7 de cada 10 padres o madres del Archipiélago que se tatúan los nombres de sus hijos lo hace para no olvidar cómo se escriben, tras haberles puesto nombres extravagantes o inventados en un rapto de creatividad fruto de la emoción de tener un hijo. El estudio, no obstante, no ha logrado llegar a resultados concluyentes sobre las motivaciones de los otros tres.

Hablamos con José Carlos Padrón, que pertenece al grupo de personas que fue encuestada para este estudio, y nos confirma que las explicaciones son acertadas: «yo me vine arriba cuando nació la chiquilla y la llamé Yarisleidis porque me parecía nombre de reguetón y a la madre también, que somos muy fans, y en el Registro fue las risas pero cuando tuve que rellenar otros papeles ya no me acordaba, así que me lo tatué y ahora sólo tengo que mirarme la pantorrilla para acordarme». Según relata, gracias a ese sencillo truco pudo escolarizarla y sacarle el DNI. Peor lo tuvo Yanira Medina, quien bautizó a su pequeño como Neizan Brayan, «pero me lo tatué en mal sitio, debajo del brazo, y para poder verlo tengo que llevar dos espejos encima siempre; al próximo le pongo Juan Manuel, como el abuelo».

El Instituto Canario para la Paternidad Responsable editará en breve su guía anual «No seas mago y ponle al niño un nombre normal», orientada a padres y madres que buscan un nombre adecuado para sus hijos pero han visto demasiado «Juego de Tronos».

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