El pasado 3 de julio la Dirección General de Salud Pública decretó el cierre de Playa Jardín, al comprobar que estaba contaminada por aguas residuales. Esta medida se implantó durante un periodo de crisis en el consistorio portuense, el cual tuvo como resultado la interposición de una moción de censura y la salida del alcalde elegido el año pasado, el socialista Marco González. Sin embargo, su equipo de trabajo había planteado ya las bases de un proyecto para convertir la crisis ecológica en oportunidad: convertir al Puerto de la Cruz en villa olímpica.
Desde que en 1992 tuviera lugar el apabullante éxito de Barcelona 92, han sido varias las localidades que han querido convertirse en sede de los juegos olímpicos de verano. En este apartado destacan la particular contumacia con la que Ruíz-Gallardón intentó que el nombramiento fuera para Madrid y los globos sonda que, de cuando en cuando, salen en los medios de alguna gran urbe. En esta ocasión, el gabinete del primer edil saliente basó su propuesta en los recientes juegos, celebrados en París, en los que el río Sena tuvo una destacada presencia.
La vía fluvial que atraviesa la capital gala acogió la ceremonia inaugural, así como pruebas de natación y remo, pese a contar con una elevada presencia de Escherichia coli -E. coli, para los amigos-. Esta bacteria está también presente en Playa Jardín, de manera que los asesores de González plantearon la posibilidad de que el Puerto se convirtiera en sede de unos juegos estivales. “Ya teníamos un punto en común con París, además de un café de París” -manifestó uno de los ideólogos de la iniciativa.
El proyecto ha sido acogido con interés por el nuevo equipo de gobierno: “si conseguimos la nominación, nos apuntaremos un tanto y si no, siempre podemos seguir echándole la culpa al Sinese por la situación de la playa, que echar responsabilidades al que estaba antes siempre funciona” -indicó un portavoz del consistorio portuense.