Josefa García, una vecina de Santa Cruz de Tenerife de 70 años de edad, lleva yendo a caminar a diario a Las Teresitas los últimos 32, y en ninguna de esas caminatas ha dejado de tocar con el pie las rocas que delimitan el inicio del recorrido, bajo la Cofradía de Pescadores, y el final, en la escollera, al considerar que, de no hacerlo, el ejercicio físico desplegado no queda debidamente acreditado. Josefa, que acude a la playa con un grupo de amigas, asegura que «si algún día me despisto y no lo hago, vuelvo a la playa otro ratito para completar mi ritual, o no me quedo tranquila».
Esta vecina es una pionera de lo que ahora se denomina «power walking» pero toda la vida se ha venido llamando «salir a caminar»; suele acudir a la playa en guagua a primera hora de la mañana, recorrer la orilla dos o tres veces, según se vea con fuerzas, y finalizar este rato de autocuidado con un breve chapuzón. Normalmente a las 8 ya está de vuelta en casa lista para afrontar la jornada. Este exigente programa de entrenamiento, si bien la mantiene en buena forma, también la ha llevado a reclamar al Consistorio chicharrero que disponga «puntos de avituallamiento» a lo largo de la orilla, sobre todo considerando que la playa mide 1’3 kilómetros: «igual la gente más joven lo lleva bien, pero a mí en algún momento del recorrido me vendría bien un puestito que me diera un vasito de agua o unas almendras más que sea».
La estricta rutina física de Josefa le ha servido para marcar hasta en tres ocasiones la vuelta rápida el Día de La Candelaria, cuando acude caminando hasta la Basílica para cumplir alguna promesa desde su vivienda en Ofra. Cabe destacar que, según su costumbre, al llegar al altar de la Patrona, también se descalza para tocarlo con el pie y dar así validez legal a su esfuerzo.