El pasado domingo, los habitantes del municipio grancanario de Telde se encontraron con una inquietante escena en sus calles: uno de sus vecinos caminaba por la urbe sin rumbo fijo mientras musitaba una y otra vez la pregunta “¿pero para qué sirven realmente?”
Después de ser retenido por la policía municipal, el ciudadano –identificado como Cándido Fraguero- fue llevado a su residencia, donde su esposa tuvo a bien explicarnos la causa del estado de shock de su marido.
“Todo comenzó cuando mi Cándido empezó a interesarse por el asunto de las cláusulas suelo. Revisó los papeles de la hipoteca y fue a hablar con el banco. Allí les dieron muchas evasivas, pero le recalcaron varias veces que él había firmado todo aquello ante Notario.”
“Poco después”- continúa relatando la cónyuge- “decidimos hacer testamento, porque nunca se sabe ¿verdad? Por cierto, señor reportero, que le veo a usted mala cara; debería plantearse ir haciendo sus últimas voluntades… pero bueno. Empezamos a escribir el reparto entre nuestros hijos y de nuevo, le dicen a mi Cándido que tenía que ir a un Notario. Buscamos uno y fuimos a su oficina, pero nunca hablamos con él. El personal fue muy amable, pero solamente le vimos el «jocico» cuando fuimos a firmar.”
“El caso es que, revisando los papeles de una cosa y otra, mi esposo descubrió que pasar por la Notaría nos había costado mucho dinero, pero a día de hoy no sabemos de qué ha servido la inversión. Mi Cándido estuvo tres noches sin dormir y a la mañana del cuarto día empezó a repetir la frase «¿para qué sirve un Notario?» Se echó a la calle para buscar la respuesta, pero a día de hoy no hay forma de sacarle de ese bucle en el que parece instalado.”