“No puedo seguir cargando con esta culpa. Confesaré”. Estas terribles palabras fueron pronunciadas en su lecho de muerte por Paciano Jumento, un almeriense que ha pasado los últimos cincuenta años viviendo semiescondido en el caserío tinerfeño de Benijo. Con noventa y siete años recién cumplidos, Paciano pidió la presencia de un cura y de un periodista para revelar un secreto que ha ocultado durante medio siglo: él fue quien robó el carro de Manolo Escobar.
“Fue en El Ejido, durante una romería” – relata mientras se incorpora en su camastro- “Manolillo, como le llamábamos, contaba y no paraba todas las cosas que le había puesto a su carro. Un grabado a fuego con su nombre, aparejos nuevos. Cuando nos lo enseñó descubrimos que se había quedado corto. Los clavos parecían de oro de lo mucho que relucían. Cuando todos se fueron a la fiesta yo volví sobre mis pasos y uncí los caballos al tiro. Lo llevé a un lugar seguro y me hice con los arreos y los clavos. Creía de verdad que eran áureos y me llevó una hora sacar cada uno de ellos. Los aparejos los vendí enseguida pero los clavos los conservé hasta hace unos años, cuando uno de mis nietos los subastó en eBay por separado. Con lo que saqué he podido mantenerme bastante bien, pero ahora quiero ponerme a bien con el hacedor de mis días y alcanzar la paz de espíritu”.
Los pormenores de dicha paz no han podido ser conocidos por este reportero porque los familiares del señor Jumento han echado a todos los representantes de los medios que no hubieran pagado por la exclusiva la módica cantidad de 5000 euros.