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Los comicios de 2023 traen consigo una nueva modalidad de asesoría electoral: el susurrador de bamballos

La proximidad de los comicios nacionales, regionales y locales está provocando que, como es uso y costumbre, las distintas formaciones que pretenden concurrir a las elecciones están ya fijando candidaturas y estrategias. En una competencia que se anuncia feroz y en el que algunos partidos y coaliciones se juegan el ser o no ser, toda ayuda profesional es poca y, en estos tiempos de vertiginoso cambio y evolución constante, traemos a su conocimiento una nueva figura dentro del catálogo de la asesoría política: el susurrador de bamballos.

Nos ponemos en contacto con María Granados, susurradora de bamballos profesional, especializada en la arena política de las islas. Con mucha amabilidad, nos explica en qué consiste su trabajo y cómo influye en los representantes políticos con los que trabaja. “Mire usted, señor Gunnarson” -comienza- “las campañas electorales son periodos de muchísima tensión y no son pocos los candidatos que se juegan mucho, no solamente en lo que respecta al partido al que representan sino, también, al suyo personal. Piense que hay nombres que han cobrado de la representación pública desde que alcanzaron la mayoría de edad y la idea de tener que trabajar en otra cosa o, ya puestos, tener que trabajar, no les resulta particularmente halagüeña. En esa tesitura, abundan los nervios y las consecuentes meteduras de pata. Mi trabajo es evitar que esos errores supongan la derrota.”

Intrigados ante esta explicación, le preguntamos si eso no lo hacen ya los asesores políticos y la señora Granados nos aclara cuáles son sus funciones: “tiene usted razón, pero, como periodista, habrá caído en la cuenta de que hay casos particularmente difíciles. Algunos candidatos son particularmente lentos, otros especialmente indolentes y muchos, de tantos años de silla en silla, se han vuelto perezosos. Son casos extremos de los que sus partidos, por diversas razones, no quieren prescindir. Llámelo lealtad mal entendida, llámelo pago a los servicios prestados en el pasado, pero es lo que hay.”

Según doña María, la función del susurrador de bamballos es, a grandes rasgos, la de «enseñar al candidato de turno a conocer su espacio, saber sus límites y perder el miedo. Es una labor de adiestramiento natural, para amansarle y enseñarle a expresarse sin una excesiva agresividad. Con la aparición y generalización de las redes sociales, comprenderá que es un trabajo ímprobo en muchas ocasiones.”

Preguntada la señora Granados acerca de la identidad de alguno de sus clientes, ésta se escuda en el secreto profesional, omitiendo los nombres, pero dando algunas pistas: “uno de mis casos más difíciles es el de un político veterano, muy laborioso en Twitter, que hace chistes con medicamentos astringentes pero que está realmente preocupado ante la idea de quedarse sin puesto, después de los próximos comicios. Es, probablemente, el mayor desafío al que me he enfrentado a lo largo de mi carrera».

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