El colectivo de personas confianzudas es de los que peor está sobrellevando las medidas de distancia social impuestas para poner freno a la pandemia del Covid-19. Los dos metros de separación y el fin del contacto físico son una tortura para un colectivo de personas que apenas tiene control sobre acciones como agarrarte del codo, tocarte el hombro, invadir tu espacio personal o darte dos o hasta tres besos nada más conocerte alegando que tres es la costumbre anglosajona, afirmación que hasta ahora nadie ha podido demostrar.
Ramiro Gaznate, portavoz de la Asociación Canaria de Confianzudos, señala que «acatamos estas medidas, que se han tomado desde el Gobierno sin tenernos en cuenta ni consultarnos, por responsabilidad y por civismo, pero estamos en profundo desacuerdo; como confianzudos, tenemos un estilo de vida que nos es propio y que hemos ido sofisticando con el paso de los años, somos parte de la sociedad y merecemos ser tenidos en cuenta». Gaznate explica que los miembros de la asociación que amagan con dar «puñetazos amistosos» para poco después dar por hecho que los vas a invitar a un cortado o una caña han sufrido doblemente por las medidas de distancia social y el cierre de los bares hasta esta semana.
En otro orden de cosas, el colectivo de gente que habla al grito ha anunciado ya que las medidas de distancia social les obligarán a hablar aún más alto y repetir en varias ocasiones lo que dicen para asegurarse de que han sido escuchados, con lo que se teme un fuerte aumento de la contaminación acústica en las Islas en las próximas semanas.