Transcurrida ya más de una semana desde los desgraciados acontecimientos del estadio de Gran Canaria (la invasión de campo que a la postre costó el ascenso a la Unión Deportiva Las Palmas frente al Córdoba) José Carlos C. M., un aficionado de 45 años que presenció los hechos en el mismo estadio, permanece en estado de shock, negándose a asumir la realidad y celebrando, por tanto, el ansiado ascenso que en realidad no se produjo.
Su mujer, Yolanda Baez, explica a los medios que «es como si el mundo se le hubiera detenido en el momento de la invasión que todavía íbamos 1-0, no hay forma de hacerle entender lo que pasó en realidad». José Carlos acudió al estadio con su hijo pequeño, de 8 años, con quien salió celebrando el ascenso al ver la invasión de campo porque, según él mismo explica, «está bien que la afición celebre y se divierta pero el niño es pequeño y no quiero que se vea implicado en celebraciones que se pueden ir de las manos». No obstante, ni en el trayecto en coche desde Siete Palmas hasta Telde, su lugar de residencia, ni en las horas posteriores, pareció comprender la realidad de las informaciones sobre el desenlace final del partido.
José Carlos acudió el lunes a su trabajo como responsable de soporte informático con la camiseta de la Unión Deportiva, ante el estupor de sus compañeros, que no lograron hacerle entrar en razón. Ante la vehemencia y alegría con que defiende el cambio de categoría, y siguiendo el consejo de Venancio, el administrativo que tiene un primo psicólogo, han optado por no insistir y llevarle la corriente. Mientras, él sigue rememorando el gol de Apoño y hablando de los cambios que convienen a la plantilla de cara al próximo curso en Primera. El primo psicólogo de Venancio, tras un examen superficial, cree que el subconsciente de José Carlos «ha construido una coraza para protegerse de la decepción y para proyectar sus ansias de ver a Cristiano Ronaldo en Gran Canaria, en un caso claro de madridismo encubierto y autonegado».
Confrontarle con las imágenes de lo sucedido tampoco parece surtir efecto, ya que se limita a mirarlas y reírse mientras exclama «qué pringados, mira que si nos llega a pasar eso, jajaja», para desolación de su familia; su esposa Yolanda ha optado por esperar a que el comienzo de la próxima Liga en 2ªA devuelva a Juan Carlos a la realidad y mientras tanto responde con un resignado «canarión» a los frecuentes y entusiastas «pío pío» de su marido.