El joven Luis Chinea, natural del barrio de Taco, en la capital tinerfeña, lleva desde el pasado sábado bailando de forma ininterrumpida o casi ininterrumpida en la plaza de España, aparentemente ajeno al hecho de que el Carnaval ya terminó, y decidido, según sus amigos y sus propias declaraciones, a batir un récord más para añadirlo al que ya atesora la ciudad con la masiva asistencia al concierto de Juan Luis Guerra. Este entusiasta muchacho pasará «los días que haga falta» bailando solo en la plaza de España y aledaños hasta que el libro Guinness le certifique como la persona que más tardó en aceptar el fin de unos Carnavales.
Ataviado con un disfraz de Ladybug que ya huele y con la pintura absolutamente descolorida, pero Bacardi en mano, Chinea explica que «yo he venido aquí a darlo todo por la fiesta» y que por eso no dejará de bailar hasta que le aguante el cuerpo. El joven baila de forma continua pero echa breves siestas de no más de veinte minutos en un banco sin apagar su aparato reproductor de música, en el que suenan los últimos éxitos del reaggeton y la pachanga, y de vez en cuando, algunos clásicos salseros, «para que se vea que respeto el legado de Celia Cruz en esta ciudad». Sus amigos lo mantienen hidratado a base de refrescos y licores de la tierra y le procuran un suministro continuo de perritos del Snuupy, pero también le advierten de que no puede seguir faltando a la Facultad, donde cursa 1º de Derecho, indefinidamente.
El Ayuntamiento valora el gesto de Chinea pero también le pide que recapacite, porque, según admiten fuentes municipales, «estamos cerca del punto en el que dejará de parecer un carnavalero de pro para empezar a parecer un desgraciadito que ha perdido la cabeza, con lo que eso afecta negativamente a nuestra imagen de marca».