El regreso a una extraña y nueva normalidad ha traído consigo la recuperación de viejas costumbres, como la de reunirme en una conocida arepera de La Cuesta con el investigador de fenómenos paranormales Juan Carromero.
Carromero, al que los meses de confinamiento no han quitado ni sus ansias por ir en pos del misterio ni su apetito, ha llegado hasta nosotros con una nueva y sorprendente revelación: Carlos Sosa podría estar poseído por el espíritu de José Rodríguez.
Don Juan nos explica esta impactante teoría, mientras da buena cuenta de media docena de arepas de ají de gallina: “Como usted sabe, señor Gunnarson” -comienza, al tiempo que rocía su primer bocado con una generosa ración de salsa guasacaca- “Carlos Sosa es un veterano periodista grancanario, célebre por haber fundado uno de los medios digitales más antiguos de las islas y, sobre todo, por sus trifulcas con el difunto dueño del periódico El Día, más conocido por amigos y enemigos como don Pepito. Mientras coexistieron, ambos directores contribuyeron al equilibrio cósmico porque uno no se entendía sin el otro. Sin embargo, cuando el señor Rodríguez falleció en 2014, ese balance desapareció. Sin su contrapartida, el señor Sosa ha derivado a una peligrosa entropía y las entidades que nos gobiernan arriba y en la sombra no podían permitirlo. Abrieron las puertas del más allá y permitieron que el alma de don Pepito volviera a este plano de existencia, poseyendo el cuerpo de su adversario.”
Cuando le preguntamos al señor Carromero por otras teorías en torno al misterio del antiguo dueño del conocido periódico tinerfeño, este las descarta con el mismo gesto en el que pide una ración de cachapas: “¿Todavía se cree usted aquella bobería de Tinerfe Loro de que don José murió en 1975? No me compare con ese ufólogo de salón. Lo mío es algo serio y se lo voy a demostrar: si lee usted los editoriales don Carlos y sus artículos en la sección Top Secret, verá una serie de pautas que evocarán los que firmaba don José mientras su cuerpo y su alma estaban unidos en esta dimensión. En ambos casos, el abajo firmante escribe como si estuviera en posesión de la verdad, demostrando tener unas filias y fobias profundamente acusadas, así como unas opiniones muy marcadas respecto a la justicia. Si cambiamos determinados nombres, los artículos serían imposibles de distinguir.”
Tras encargar otro par de arepas de mechada con queso amarillo, don Juan continúa con su argumentación: “Si aún quiere más pruebas, le invito a que analice detenidamente lo que el señor Sosa ha vertido en sus editoriales, desde que se anunció la moción de censura en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Y, mire usted lo que son las cosas, ya le ha caído una condena en los tribunales por vulneración del derecho al honor del exministro Wert. Como a don Pepito en sus mejores tiempos. El sentido de sus críticas no es el mismo que el del difunto, perdón, del retornado, pero es que el poseído también tiene una personalidad muy fuerte y, con toda seguridad, se está resistiendo con ferocidad a ese acto de okupación psi.”
Presas de un sano escepticismo, le dejamos caer a nuestro interlocutor que era un rumor a grandes voces que el difunto responsable del diario tinerfeño no escribía los artículos que firmaba, lo que pondría en tela de juicio su arriesgada teoría. Su respuesta no se hace esperar: “Eso que usted afirma es verdad y, desde luego, también es cierto, pero no contradice mis afirmaciones: es bien documentado el fenómeno de la escritura automática, estudiado por expertos de la talla y la fiabilidad de Javier Sierra. Don Pepito tenía sus amanuenses, pero tomaba posesión de ellos cuando llegaba la hora de escribir sus célebres editoriales. La noticia que publicaron ustedes hace unos años, de una presunta reencarnación en un bebé de Gran Canaria indicaba, casi con total seguridad, un puente entre el más acá y su destino final. Ya en vida tenía una personalidad magnética y, ahora en la muerte, no ha perdido un ápice de su poder: no es descartable que fenómenos como el cero energético del pasado otoño se hayan debido a algún brote de furia paranormal de don José, al comprobar que Tenerife ha perdido peso en el gobierno de la autonomía.”
Para terminar de ilustrar su teoría, el señor Carromero nos ha dejado el impactante testimonio de la imagen que ilustra esta noticia: una inquietante «cara pepitoria» manifestada en presencia del señor Sosa. Una prueba tangible tan válida como las que se pueden encontrar en inmuebles tan célebres en el mundo del más allá como la Casa Lercaro de La Laguna o la vivienda de María Gómez en Bélmez de la Moraleda.