“El lenguaje evoluciona, cambia, muta y se adapta a cada momento”. Con esta frase presenta la filóloga Guacimara Cabrera su última obra, dedicada a la recopilación de frases, expresiones y ripios que han perdido su sentido. La obra, que lleva el enigmático título de “Más colgado que Numayos” constituye un nuevo hito en la carrera de esta investigadora dedicada al estudio del español y a la lucha contra los anglicismos inútiles.
Puestos al habla con la señora Cabrera, esta nos brinda siempre sus opiniones, claras y contundentes: “Después de varios años combatiendo desigualmente la magada de los anglicismos superfluos, decidí enfocar mis estudios hacia otro campo: en lugar de preocuparme por las palabras y expresiones que llegaban, decidí dedicarme a las que salían y desaparecían, a fuerza de perder su sentido. El título del libro obedece precisamente a esa premisa.”
Cuando le preguntamos acerca del tal Numayos y la razón de su cuelgue, doña Guacimara nos da una explicación que resume perfectamente la filosofía de su libro: “Numayos era el personaje de una serie de dibujos animados de los ochenta. Se pasaba casi todo el tiempo en animación suspendida y levitando. De hecho, una de las tramas de la historia era la de curarle de su situación. ¿Se acuerda de eso? Su expresión de estar en la inopia me dice que no, lo que es señal de que el título está bien escogido.”
Las páginas de la obra están repletas de ejemplos como el del tal Numayos. Así, podemos encontrar frases de cierto recorrido a nivel local, insular y regional. Tenemos “un pepito de pollo ahí, Linchún” dedicado al dueño y responsable de un popular sitio de comidas chicharrero. También hay una entrada dedicada a la familia Apple, una recordada familia de la Cuesta Piedra y otra dedicada a la costumbre de ciertos comunicadores locales de llamar “Ironside” a cualquier abogado medianamente mediático.
La autora dedica un capítulo especial a la costumbre canaria de cambiar las letras de las canciones, haciendo que la rima se lleve por delante la coherencia, la lógica y todo lo demás. La ejemplar balada “Sandokán, Sandokán: tócame los huevos que se me van” da cumplido testimonio de esta singular tradición, dentro de una obra que publicará el próximo otoño y COVID-19 mediante, Ediciones IDEA.
Costumbre canaria? Pásese usted por Cádiz….esos.dessprensivos gaditanos se pSsan todo el día profanando letras de canciones para sacar un chascarrillo..eso sí tengo que reconocer queme arrancan una sonrisa con sus rimas ocurrentes, alocadas, impertinentes, acertadas, e incluso merecidas…se lo dice un castellano «más seco que el gofiio..»..