Juana M.M. de 72 años, vecina del barrio del Toscal, en Santa Cruz de Tenerife, se presentó hace dos semanas en el Palacio de Justicia de Santa Cruz para solicitar información sobre cómo denunciarse a si misma. Según relató a los funcionarios de la ventanilla de información general, Juana se declaraba culpable de la crisis mundial y las bancarrotas de diversas instituciones financieras americanas y europeas.
Nos cuenta el funcionario que la atendió, que la señora se presentó ante ellos apesadumbrada, y que a medida que fue avanzando en su relato llegó hasta emocionarse recordando el momento.
«Uno nunca espera encontrarse con la persona que pudo desatar una de las mayores crisis bursátiles de la historia, y cuando eso sucede, te choca que sea una ama de casa canaria, alguien que podría ser tu vecina, tu madre o tu abuela. Le aconsejamos que fuera a buscar a un abogado y se presentara con él, pero no la volvimos a ver»
El Baifo Ilustrado, después de investigar a fondo este hecho, logró contactar con Juana hace dos días y, en declaraciones en exclusiva a este medio, logró que aportara algo de luz a las muchas sombras que rodean su caso.
«Era la primavera de 2007» nos aseguraba aunque sin precisar el mes. «Me acerqué al Mercado Nuestra Señora de África con mi nieto, que trabajaba en una empresa de pulimento de suelos y que me acompañó porque estaba haciendo un trabajo en un banco que se encontraba a 100 metros de allí, y aunque la obra iba lenta, se había acercado a saludarme.
Iba a comprar algo de verdura y unos lácteos, y al llegar allí observé cierto revuelo en algunos de los puestos.
Yo, que no me aclaro mucho con esas cosas le pregunté a él, y me dijo que había escuchado que durante la noche anterior se había producido una avería eléctrica y varias neveras dejaron de funcionar.
Me aconsejó no comprar nada de lácteos ya que seguramente estarían estropeados, y yo, que quería comprar una bolsita con taquitos de queso feta para ensalada y unos yogures cremosos, le hice caso y me fui a por la verdura.
Aún no me imaginaba lo que pasaría a continuación» nos relataba emocionada.
«Terminé la compra y con varias bolsas en la mano me fui a la parada a coger la guagua. Me subí, y entonces me llamó mi amiga Ramona, vecina de enfrente, para preguntarme el nombre del queso que iba yo a comprar porque pensaba venir al mercado también.
Y yo recuerdo que le dije que no, que no comprara. Que Paco, mi nieto, se había tenido que volver al banco porque la cosa estaba muy mal, pero que me advirtió que no comprase griegos, los yogures y el queso me refería, porque podían ser tóxicos.
Pues se ve que alguien me escuchó, lo malinterpretó y se corrió la voz… y todo este tiempo he vivido con esta carga, sabe usted».
Una conversación entre Juana y Ramona en la guagua camino a casa hizo que empezaran a cruzarse llamadas y que, lo que era una simple conversación entre vecinas, se acabase convirtiendo en una serie de rumores advirtiendo de que los bancos habían detectado la peligrosidad de determinados productos del Mercado, la deuda griega y los activos tóxicos.
En unas horas, brokers y agencias de todo el mundo trataban de vender a toda costa sus posiciones por temor a un inminente derrumbe. Se produjo un descenso brutal e inesperado de las Bolsas y el pánico se extendió como la pólvora.
Meses después, la desconfianza de los mercados llevaría a la quiebra a Lehman Brothers y acabaría ocasionando una de las mayores catástrofes financieras que se recuerdan.
Desde entonces, Grecia ha tenido que ser intervenida, el euro se tambalea ante la posibilidad de que el país heleno quiebre y abandone la moneda común… y las economías se debaten entre la asfixia de los recortes y el peso del interés de la deuda a causa de una descontrolada prima de riesgo.
«Llevo cinco años sufriendo por la economía mundial, sabiendo que fue todo por mi culpa»
Lo comprendo, no se puede vivir con esa culpabilidad a cuestas, ahora que lo remedie en una conversación en el tranvía como castigo. Que vaya a comprar unas fajas al lado de un banco y quede impresionada por su calidad y precio ajustado, comentando con otra doña: «pues tienen buen pinta las de la tienda al lado del banco y salen rentables». Con fortuna el boca a boca entenderá que las fajas son las acciones del banco…