La progresiva introducción de tradiciones foráneas que se celebran de forma paralela al tradicional día de los finados ha hecho que en la actualidad nuestra cultura mortuoria sea mucho más variada. Los arreglos florales de los cementerios y la representación anual del Tenorio conviven ahora con el yanqui Halloween y la mexicana Catrina. Es uno de los ejemplos de que la canaria es una sociedad más abierta e inclusiva.
Sin embargo, a veces resultan inevitables ciertos roces derivados del choque cultural, siendo el más reciente de ellos el que se ha producido en el municipio de Valverde y la comunidad vampírica residente en El Hierro, a cuenta del barrio que da nombre al único lugar en el que pueden atracar barcos de pasajeros y mercancías: La Estaca.
Carmilla Le Fanu es una vampira que lleva unos ciento cincuenta años residiendo en El Hierro. Ella es la portavoz de sus congéneres nosferatus y nos explica las razones de su protesta: “Cuando yo llegué aquí Bram Stoker ni siquiera había contado la historia del primo Vlad, como yo le conozco. Los herreños no sabían lo que era un vampiro, así que no había muchos problemas para los de mi raza. La gastronomía local no abusa del ajo y solamente había que evitar iglesias y esconderse cuando tocaba la bajada de la Virgen de los Reyes. Los cazadores de criaturas pasan poco por aquí, por lo que hemos prosperado y abandonado las criptas para vivir en sociedad. Ahora que hemos salido de nuestro hemático armario, queremos que se respeten nuestras sensibilidades. Estaremos muertos, pero no somos insensibles.”
A la hora de abordar el asunto de su protesta, doña Carmilla se muestra contundente: “Yo trabajo en el departamento de aduanas portuarias que está en la isla, por lo que tengo estar en ese sitio cuyo nombre no me atrevo a pronunciar porque siento que se me clava en el pecho. Mis colegas vivos me dicen que me aguante, que es el precio a pagar por beber sangre humana. Son unos insensibles que no entienden que ésas son mis costumbres y se han de respetar.”
La señora Le Fanu nos informa de que sus peticiones para cambiar el nombre del barrio y del puerto han sido infructuosas: “En el cabildo y en el ayuntamiento nos dicen que eso es competencia de la Autoridad Portuaria, a la cual elevamos nuestra protesta hace casi diez años. De hecho, una delegación de vampiros herreños se entrevistó en 2017 con el presidente de entonces, un tipo regordete, con cara de abuelito que se parecía mucho a don Pimpón. Nos escuchó y luego nos explicó que todo era parte de una conspiración contra la provincia occidental y nos habló de la posibilidad de llevar un tren de levitación magnética a la isla. Muchas palabras y ningún resultado” -concluyó la portavoz, mientras firmaba una petición en Change.org promovida por vampiros cántabros para cambiar el nombre de la localidad santanderina de Ajo.