Hace algunas semanas nos hicimos eco de la crisis existencial en la que se había sumido uno de los miembros de la dirigencia del partido de ultraderecha en las islas. La causa había sido el hecho de que formación se hubiera puesto del lado del gobierno israelí, después de que en su familia se le hubiera aleccionado contra el contubernio judeo-masónico financiado con el oro de Moscú. La crisis había sido solventada mediante la medicina de los males del conocimiento, la lectura, de manera que había empezado a entender que los conceptos de gobierno de Israel, pueblo israelita y comunidad judía eran cosas distintas. Sin embargo, otro hecho reciente ha hecho que el político canario recaiga en su crisis existencial: la reapertura del templo masónico de Santa Cruz.
Puestos al habla con este dirigente, éste nos explica los motivos de su desazón: “Un templo masónico ¡un templo masónico! Mi abuelo y mi padre me contaron del mal que los masones han hecho al país. Ambos se emocionaban cuando recordaban la voz firme del Caudillo en su última aparición pública, hace ya medio siglo, hablando de una conspiración masónica. Y ahora esto. ¿Qué será lo próximo? ¿Decir que Franco no era austero y que amasó una fortuna de la que disfrutan sus herederos?”
En el entorno del partido verde se ha manifestado cierta preocupación por la salud mental de su correligionario. “Quizá no pueda concurrir a las elecciones” -advierten- “pero tampoco importa mucho. Nadie recuerda nuestros nombres y votan a las siglas. Es lo que tiene el descontento”.
